Nos preguntamos muchas veces, frente a ciertas circunstancias de vida si es mejor ser amado o ser temido.
Muchos opinan que si hay que elegir, es mejor que te elijan por el temor y no por el amor.
Se puede decir que los individuos mantenemos por cuestiones de seguridad o frente al miedo, una actitud de falsedad, nos comportamos cobardemente ante el peligro, pues necesitamos sacar beneficios, como avanzar bien en el trabajo, sentirse querida, tener muchos amigos, sentirse socialmente incluida etc.
Los afectos se adquieren pagando un precio siempre, en algunos casos ese precio se paga con la grandeza y nobleza del alma y otras veces se paga con el cuerpo solamente.
En esta última es cuando no podemos contar con el amor y en los momentos que necesitamos del otro, no está disponible.
El amor se basa en un vínculo de obligaciones del alma y es mas fácil de romper que las relaciones que se generan por temor, ya que éste se basa en un “miedo al castigo” que nunca nos abandona.
Sin darnos cuenta que el propio castigo es peor que el que pueda infringirnos el otro.
Al final nos quedamos con un cuerpo desgasto por el uso y un alma sin entregar por temor.
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