viernes, 26 de diciembre de 2008

A TODOS!!!


A TODOS LOS QUE ME HAN ESCRITO Y A ZAMORA POR EL ARBOLITO QUE PLANTARÁ EN MI NOMBRE EN ESE BOSQUE HERMOSO DONDE HAY CLAVELES, DEMAS FLORES Y ARBOLES DE TODO TIPO LES AGRADEZCO SUS PALABRAS,HECHOS Y DESEOS Y LOS RETRIBUYO CON MUCHO AFECTO.

ME ESTOY YENDO UNOS DIAS DE VACACIONES, ASI QUE NO APARECERÉ PARA LEERLOS Y ESTAR JUNTO A USTEDES, PERO LAS VACACIONES ME LLENARAN DE ENERGIA PARA RETOMAR LUEGO EL 2009

Y CONTINUAR JUNTOS ESTE CAMINO.

A TODOS UN BESO Y GRACIAS POR ESTAR!!!!!!

ROXANA

jueves, 25 de diciembre de 2008

EL JARDIN- TU JARDIN


Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo. El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.

Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid.

Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.

La Rosa lloraba por no ser fuerte y sólida como el Roble.

Entonces encontró una planta, un Clavel floreciendo y más fresco que nunca.

El rey le preguntó: ¿Cómo es que creces tan saludable en medio de este jardín mustio y umbrío? La flor contestó: Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías claveles.

Si hubieras querido un Roble, lo habrías plantado.

En aquel momento me dije: "Intentaré ser Clavel de la mejor manera que pueda" y heme aquí el más bello clavel de tu jardín.

Somos esto que somos.

Vivimos marchitándonos en nuestras propias insatisfacciones, en nuestras absurdas comparaciones con los demás: "Si yo fuera", "si yo tuviera", "si mi vida fuera".

Siempre conjugando el futuro incierto en vez del presente concreto, empecinados en no querer ver, que la felicidad es un estado subjetivo, y voluntario.

Podemos elegir hoy, estar felices con lo que somos, con lo que tenemos; o vivir amargados por lo que no tenemos o no podemos ser.

Sólo podremos florecer el día que aceptemos que somos lo que somos,que somos únicos y que nadie puede hacer lo que nosotros vinimos a hacer.

"Comienza haciendo lo que es necesario,

después lo que es posible

y de repente

estarás haciendo lo imposible."

San Francisco de Asis

martes, 23 de diciembre de 2008

¡ PIU AVANTI !



No te des por vencido, ni aun vencido,

no te sientas esclavo, ni aun esclavo;

trémulo de pavor, piénsate bravo,

y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido

que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;

no la cobarde estupidez del pavo

que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;

o como Lucifer, que nunca reza;

o como el robledal, cuya grandeza

necesita del agua y no la implora...


Que muerda y vocifere vengadora,

ya rodando en el polvo, tu cabeza!


Almafuerte

domingo, 21 de diciembre de 2008

POETAS VIVOS

El post anterior es donde les deseo FELICES FIETAS A TODOS!!
POR SI ALGUIEN NO LO LEYÓ!


De la Sociedad de los Poetas Muertos







No dejes que termine el día sin haber crecido un poco,

sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.

No te dejes vencer por el desaliento.

No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte,

que es casi un deber.

No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.

No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.

Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.

Somos seres llenos de pasión.

La vida es desierto y oasis.

Nos derriba, nos lastima, nos enseña,

nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.

Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa:

Tú puedes aportar una estrofa.

No dejes nunca de soñar,

porque en sueños es libre el hombre.

No caigas en el peor de los errores: el silencio.

La mayoría vive en un silencio espantoso.

No te resignes.

Huye.

"Emito mis alaridos por los techos de este mundo",dice el poeta.

Valora la belleza de las cosas simples.

Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas,

pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.

Eso transforma la vida en un infierno.

Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.

Vívela intensamente, sin mediocridad.

Piensa que en ti está el futuro

y encara la tarea con orgullo y sin miedo.

Aprende de quienes puedan enseñarte.

Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros "poetas muertos",

te ayudan a caminar por la vida.

La sociedad de hoy somos nosotros

Los "poetas vivos".

No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas...

Walt Whitman

MI DESEO NAVIDEÑO PARA ESTAS FIESTAS...

Que la tierra se abra camino ante tus pasos,
que el viento sople a tus espaldas ,
Que el sol brille cálido sobre tu rostro ,
Que la lluvia caiga suavemente sobre tus hombros
y hasta tanto volvamos a encontrarnos ….
que Dios te guarde en la palma de su mano ...”


SINO CREES EN DIOS, EN ALGO CREERAS, EN ESE CREER ES QUE TE DESEO QUE TE CUIDEN, PORQUE SOMOS UNICOS Y NECESITAMOS SER PROTEGIDOS!!!

FELIZ NOCHE BUENA, FELIZ NAVIDAD Y BUEN COMIENZO DEL AÑO 2009 !!!
PARA TODOS LOS SEGUIDORES Y BLOOGEROS QUE PASEN POR ESTA VENTANITA DE MI CASA.!

ROXANA

sábado, 20 de diciembre de 2008

EL ANILLO DEL REY



Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
- Me estoy fabricando un precioso anillo.
He conseguido uno de los mejores diamantes posibles.
Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre.
Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.

Todos quienes escucharon eran sabios, grandes eruditos podrían haberescrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...
Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre.
La madre del rey había muerto prematuramente, y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia.
El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también loconsultó.
Y éste le dijo: No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje.
Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente,y en una ocasión me encontré con un Sacerdote.
Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio.
Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje.
El anciano, entonces, lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dió al rey.
Pero no lo leas, le dijo, mantenlo escondido en el anillo.
Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación.
Ese momento no tardó en llegar.
El país fue invadido y el rey perdió el reino.
Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían.
Estaba solo y los perseguidores eran numerosos.
Llegó a un lugar donde elcamino se acababa, no había salida: enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin.
Y no podía volver, porque el enemigo le cerraba el camino.
Ya podía escucharel trotar de los caballos.
No podía seguir hacia adelante y no había ningún otro camino...
De repente, se acordó del anillo.
Lo abrió, sacó el papel y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso:

Simplemente decía "ESTO TAMBIÉN PASARÁ".
Mientras leía "esto también pasará" sintió que se cernía sobre él un gran silencio.
Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, odebían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejóde escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido.
Aquellas palabras habían resultado milagrosas.
Dobló el papel, volvió a ponerlo en el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino.
Y el día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:

Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
-¿Qué quieres decir? preguntó el rey.
Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
-Escucha, dijo el anciano: este mensaje no es sólo para situacionesdesesperadas; también es para situaciones placenteras.
No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso.
No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje:

"Esto también pasará", y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio,en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, elego, había desaparecido.
El rey pudo terminar de comprender el mensaje.Se había iluminado.

Entonces el anciano le dijo:RECUERDA QUE TODO PASA.
Ninguna cosa, ni ninguna emoción son permanentes.
Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza.
Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.

viernes, 19 de diciembre de 2008

LA PIEDRA


El distraído tropezó con ella
El violento la utilizó como proyectil
El emprendedor construyó con ella
El manifestante la tiró a los antimotines
El geólogo la analizó y determinó su origen y edad
El campesino, cansado, la utilizó de asiento
y luego viéndola la utilizó para moler maíz
Para los niños fue un juguete
Drummond la poetizó
David mató a Goliat
Y
Michelangelo le sacó la más bella escultura
En todos estos casos, la diferencia no estuvoen la piedra sino en el hombre !!!
No existe "piedra" en tu camino que no puedas
aprovechar para tu propio crecimiento...

jueves, 18 de diciembre de 2008

Portal del periodista (PdP): El tango nueva generación en la web

Portal del periodista (PdP): El tango nueva generación en la web

CARTA DE FREUD A EISTEIN .Sobre la guerra...

En el post anterior está la carta de Eisntein a Freud, preguntando y preocupado por la guerra.
SUGIERO leer primero la otra carta para luego entender la respuesta de Freud a Eistein. (esta es muy extensa, pero a quienes nos interesan estos temas , es digna de darse a conocer!)
EN LA ACTUALIDAD SE CONTINÚA CON LAS MISMAS PREGUNTAS...

Viena, setiembre de 1932.

Estimado profesor Einstein:

Cuando me enteré de que usted se proponía invitarme a un intercambio de ideas sobre un tema que le interesaba y que le parecía digno del interés de los demás, lo acepté de buen grado.
Esperaba que escogiera un problema situado en la frontera de lo cognoscible hoy, y hacia el cual cada uno de nosotros, el físico y el psicólogo, pudieran abrirse una particular vía de acceso, de suerte que se encontraran en el mismo suelo viniendo de distintos lados.
Luego me sorprendió usted con el problema planteado: qué puede hacerse para defender a los hombres de los estragos de la guerra. Primero me aterré bajo la impresión de mí –a punto estuve de decir nuestra- incompetencia, pues me pareció una tarea práctica que es resorte de los estadistas. Pero después comprendí que usted no me planteaba ese problema como investigador de la naturaleza y físico, sino como un filántropo que respondía a las sugerencias de la Liga de las Naciones en una acción semejante a la de Fridtjof Nansen, el explorador del Polo, cuando asumió la tarea de prestar auxilio a los hambrientos y a las víctimas sin techo de la Guerra Mundial. Recapacité entonces, advirtiendo que no se me invitaba a ofrecer propuestas prácticas, sino sólo a indicar el aspecto que cobra el problema de la prevención de las guerras para un abordaje psicológico.
Pero también sobre esto lo ha dicho usted casi todo en su carta. Me ha ganado el rumbo de barlovento, por así decir, pero de buena gana navegaré siguiendo su estela y me limitaré a corroborar todo cuanto usted expresa, procurando exponerlo más ampliamente según mi mejor saber –o conjeturar-.
Comienza usted con el nexo entre derecho y poder. Es ciertamente el punto de partida correcto para nuestra indagación. ¿Estoy autorizado a sustituir la palabra poder por violencia, más dura y estridente?

Derecho y violencia son hoy opuestos para nosotros. Es fácil mostrar que uno se desarrolló desde la otra, y si nos remontamos a los orígenes y pesquisamos cómo ocurrió es la primera vez, la solución nos cae sin trabajo en las manos. Pero discúlpeme si en lo que sigue cuento, como si fuera algo nuevo, cosas que todos saben y admiten; es la trabazón argumental la que me fuerza a ello.
Pues bien; los conflictos de intereses entre los hombres se zanjan en principio mediante la violencia. Así es en todo el reino animal, del que el hombre no debiera excluirse, en su caso se suman todavía conflictos de opiniones, que alcanzan hasta el máximo grado de la abstracción y parecen requerir de otra técnica para resolverse. Pero esa es una complicación tardía. Al comienzo, en una pequeña horda de seres humanos, era la fuerza muscular la que decidía a quién pertenecía algo o de quién debía hacerse la voluntad. La fuerza muscular se vio pronto aumentada y sustituida por el uso de instrumentos: vence quien tiene las mejores armas o las emplea con más destreza. Al introducirse las armas, ya la superioridad mental empieza a ocupar en lugar de la fuerza muscular bruta; el propósito último de la lucha sigue siendo el mismo: una de las partes, por el daño que reciba o por la paralización de sus fuerzas, será constreñida a deponer su reclamo o antagonismo: Ello se conseguirá de la manera más radical cuando la violencia elimine duraderamente al contrincante, o sea, cuando lo mate. Esto tiene la doble ventaja de impedir que reinicie otra vez su oposición
Y de que su destino hará que otros se arredren de seguir su ejemplo. Además, la muerte del enemigo satisface una inclinación pulsional que habremos de mencionar más adelante.

Es posible que este propósito de matar se vea contrariado por la consideración de que puede utilizarse al enemigo en servicios provechosos si, amedrentado, se lo deja con vida.
Entonces la violencia se contentará con someterlo en vez de matarlo. Es el comienzo del respeto por la vida del enemigo, pero el triunfador tiene que contar en lo sucesivo con el acechante afán de venganza del vencido y resignar una parte de su propia seguridad.
He ahí, pues, el estado originario, el imperio del poder más grande, de la violencia bruta o apoyada en el intelecto. Sabemos que este régimen se modificó en el curso del desarrollo, cierto camino llevó de la violencia al derecho.

¿Pero cuál camino’ Uno solo yo creo.
Pasó a través del hecho de que la mayor fortaleza de uno podía ser compensada por la unión de varios débiles. La violencia es quebrantada por la unión y ahora el poder de estos unidos constituye el derecho en oposición a la violencia del único. Vemos que el derecho es el poder de una comunidad. Sigue siendo una violencia pronta a dirigirse contra cualquier individuo que le haga frente; trabaja con los mismos medios, persigue los mismos fines; la diferencia sólo reside, real y efectivamente, en que ya no es la violencia de un individuo la que se impone, sino la de la comunidad.
Ahora bien, para que se consume ese paso de la violencia al nuevo derecho es preciso que se cumpla una condición psicológica. La unión de los muchos tiene que ser permanente, duradera. Nada se habría conseguido si se formara sólo a fin de combatir a un hiperpoderoso y se dispersara tras su doblegamiento.
El próximo que se crerera más potente aspiraría de nuevo a un imperio violento y el juego se repetiría sin término.
La comunidad debe ser conservada de manera permanente, debe organizarse, promulgar ordenanzas, prevenir las sublevaciones temidas, estatuir órganos que velen por la observancia de aquellas –de las leyes- y tengan a su cargo al derecho.
En la admisión de tal comunidad de intereses se establecen entre los miembros de un grupo de hombres unidos ciertas ligazones de sentimiento, ciertos sentimientos comunitarios en que estriba su genuina fortaleza.
Opino que con ello ya está dado todo lo esencial: el doblegamiento de la violencia mediante el recurso de trasferir el poder a una unidad mayor que se mantiene cohesionada por ligazones de sentimiento entre sus miembros.

Todo lo demás son aplicaciones de detalle y repeticiones. Las circunstancias son simples mientras la comunidad se compone sólo de un número de individuos de igual potencia. Las leyes de esa asociación determinan entonces la medida en que el individuo debe renunciar a la libertad personal de aplicar su fuerza como violencia, a fin de que sea posible una convivencia segura. Pero semejante estado de reposo es concebible sólo en la teoría; en la realidad, la situación se complica por el hecho de que la comunidad incluye desde el comienzo elementos de poder desigual, varones y mujeres, padres e hijos y pronto, a consecuencia de la guerra y el sometimiento, vencedores y vencidos, que se trasforman en amos y eslavos. Entonces el derecho de la comunidad se convierte en la expresión de las desiguales relaciones de poder que imperan en su seno; las leyes son hechas por los dominadores y para ellos, y son escasos los derechos concedidos a los sometidos.
A partir de allí hay en la comunidad dos fuentes de movimiento en el derecho, pero también de su desarrollo.
En primer lugar, los intentos de ciertos individuos entre los dominadores para elevarse por encima de todas las limitaciones vigentes, vale decir, para retrogadar del imperio del derecho al de la violencia; y en segundo lugar, los continuos empeños de los oprimidos para procurarse más poder y ver reconocidos esos cambios en la ley, vale decir, para avanzar, al contrario, de un derecho desparejo a la igualdad de derecho.
Esta última corriente se vuelve particularmente sustantiva cuando en el interior de la comunidad sobrevienen en efecto desplazamientos en las relaciones de poder, como puede suceder a consecuencia de cariados factores históricos.
El derecho puede entonces adecuarse poco a poco a las nuevas relaciones de poder, o, lo que es más frecuente, si la clase dominante no está dispuesta a dar razón de ese cambio, se llega a la sublevación, a una guerra civil, esto es, a una cancelación temporaria de derecho y a nuevas confrontaciones de violencia tras cuyo desenlace se instituye un nuevo orden de derecho. Además, hay otra fuente de cambio de derecho, que sólo se exterioriza de manera pacífica: es la modificación cultural de los miembros de la comunidad; peor pertenece a un contexto que sólo más tarde podrá tomarse en cuenta.
Vemos, pues, que aun dentro de una unidad de derecho no fue posible evitar la tramitación violenta de los conflictos de intereses. Pero las relaciones de dependencia necesaria y de recíproca comunidad que derivan de la convivencia en un mismo territorio propician una terminación rápida de tales luchas y bajo esas condiciones aumenta de continuo la probabilidad de soluciones pacíficas.

Sin embargo, un vistazo a la historia humanan nos muestra una serie incesante de conflictos entre un grupo social y otro o carios, entre unidades mayores y menores, municipios, comarcas, linajes, pueblos, reinos, que casi siempre se deciden mediante la confrontación de fuerzas en la guerra.
Tales guerras desembocan en e pillaje o en el sometimiento total, la conquista de una de las partes. No es posible formular un juicio unitario sobre esas guerras de conquista.
Muchas, como las de los mongoles y turcos, no aportaron sino infortunio; otras, por el contrario, contribuyeron a la trasmudación de violencia en derecho, pues produjeron unidades mayores dentro de las cuales cesaba la posibilidad de emplear la violencia y un nuevo orden de derecho zanjaba los conflictos.
Así, las conquistas romanas trajeron la preciosa pax romana para los pueblos del Mediterráneo. El gusto de los reyes franceses por el engrandecimiento creó una Francia floreciente, pacíficamente unida. Por paradójico que suene, habría que confesar que la guerra no sería un medio inapropiado para establecer la anhelada paz “eterna”, ya que es capaz de crear aquellas unidades mayores dentro de las cuales una poderosa violencia central vuelve imposible ulteriores guerras.
Empero, no es idónea para ello, pues los resultados de la conquista no suelen ser duraderos; las unidades recién creadas vuelven a disolverse las más de las veces debido a la deficiente cohesión de la parte unida mediante la violencia.
Además, la conquista sólo ha podido crear hasta hoy uniones parciales, si bien de mayor extensión, cuyos conflictos suscitaron más que nunca la resolución violenta. Así, la consecuencia de todos esos empeños guerreros sólo ha sido que la humanidad perpetuara numerosos guerras pequeñas e incesantes por grandes guerras, infrecuentes, pero tanto más devastadoras.

Aplicado esta a nuestro presente, se llega al mismo resultado que usted obtuvo por camino más corto. Una prevención segura de las guerras sólo es posible si los hombres acuerdan la institución de una violencia central encargada de entender en todos los conflictos de intereses. Evidentemente, se reúnen aquí dos exigencias: que se cree una instancia superior de esa índole y que se le otorgue el poder requerido. De nada valdría una cosa sin la otra. Ahora bien, la Liga de las Naciones se concibe como esa instancia, mas la otra condición no ha sido cumplida; ella no tiene el poder propio y sólo puede recibirlo si los miembros de la nueva unión, los diferentes Estados, se lo traspasan.

Por el momento parece haber pocas perspectivas de que ello ocurra. Pero se miraría incomprensiblemente la institución de la Liga de las Naciones si no supiera que estamos ante un ensayo pocas veces aventurado en la historia de la humanidad –o nunca hecho antes en esa escala-.
Es el intento de conquistar la autoridad –es decir. Él influyo obligatorio-, que de ordinario descansa en la posesión del poder, mediante la invocación de determinadas actitudes ideales. Hemos averiguado que son dos cosas las que mantienen cohesionada a una comunidad: la compulsión de la violencia y las ligazones de sentimiento –técnicamente se las llama identificaciones- entre sus miembros. Ausente uno de esos factores, es posible que el otro mantenga en pie a la comunidad.
Desde luego, aquellas ideas sólo alcanzan predicamento cuando expresan importantes relaciones de comunidad entre los miembros.
Cabe preguntar entonces por su fuerza.
La historia enseña que de hecho han ejercido su efecto. Por ejemplo, la idea panhelénica, la conciencia de ser mejores que los bárbaros vecinos, que halló expresión tan vigorosa en las anfictionías, los oráculos y las olimpíadas, tuvo fuerza bastante para morigerar las costumbres guerreras entre los griegos, pero evidentemente no fue capaz de prevenir disputas bélicas entre las partículas del pueblo griego y ni siquiera para impedir que una cuidad o una liga de ciudades se aliara con el enemigo persa en detrimento de otra cuidad rival. Tampoco el sentimiento de comunidad en el cristianismo, a pesar de que era bastante poderoso, logró evitar que pequeñas y grandes ciudades cristianas del Renacimiento se procuraran la ayuda del Sultán en sus guerras recíprocas. Y por lo demás, en nuestra época no existe una idea a la que pudiera conferirse semejante autoridad unificadora. Esta harto evidente que los ideales nacionales que hoy imperan en los pueblos los esfuerzan a una acción contraria.
Ciertas personas predicen que sólo el triunfo universal de la mentalidad bolchevique podrá poner fin a las guerras, pero en todo caso estamos hoy muy lejos de esa meta y quizá se lo conseguiría sólo tras unas espantosas guerras civiles. Parece, pues, que el intento de sustituir un poder objetivo por el poder de las ideas está hoy condenado al fracaso. Se yerra en la cuenta si no se considera que el derecho fue en su origen violencia bruta y todavía no puede prescindir de apoyarse en la violencia.
Ahora puedo pasar a comentar otra de sus tesis. Usted se asombra de que resulte tan fácil entusiasmar a los hombres con la guerra y, conjetura, algo debe moverlos, una pulsión a odiar y aniquilar, que transija con ese azuzamiento.

También en esto debo manifestarle mi total acuerdo. Creemos en la existencia de una pulsión de esa índole y justamente en los últimos años nos hemos empeñado en estudiar sus exteriorizaciones.
¿ Me autoriza a exponerle, con este motivo, una parte de la doctrina de las pulsiones a que hemos arribado en el psicoanálisis tras muchos tanteos y vacilaciones?
Suponemos que las pulsiones del ser humano son sólo de dos clases: aquellas que quieren conservar y reunir –las llamamos eróticas, exactamente en el sentido de Eros en El Banquete de Platón o sexuales,, con una conciente ampliación del concepto popular de sexualidad-, y otras que quieren destruir y matar; a estas últimas las reunimos bajo el título de pulsión de agresión o de destrucción.

Como usted ve, no es sino la trasfiguración teórica de la universalmente conocida oposición entre amor y odio; esta quizá mantenga un nexo primordial con la polaridad entre atracción y repulsión, que desempeña un papel en la disciplina de usted. Ahora permítame que no introduzca demasiado rápido las valoraciones del bien y del mal.
Cada una de estas pulsiones es tan indispensable como la otra; de las acciones conjugadas y contrarias de ambas surgen los fenómenos de la vida.
Parece que nunca una pulsión perteneciente a una de esas clases puede actuar aislada; siempre está conectada –decimos: aleada- con cierto monto de la otra parte, que modifica su meta o en ciertas circunstancias es condición indispensable para alcanzarla.
Así, la pulsión de autoconservación es sin duda de naturaleza erótica, pero justamente ella necesita disponer de la agresión si es que ha de conseguir su propósito.
De igual modo, la pulsión de amor dirigida objetos requiere un complemento de pulsión de apoderamiento si es que ha de tomar su objeto.
La dificultad de aislar ambas variables de pulsión en sus exteriorizaciones es lo que por tanto tiempo nos estorbó el discernirlas.
Si usted quiere dar conmigo otro paso le diré que las acciones humanas permiten entrever aún una complicación de otra índole. Rarísima vez la acción es obra de una única moción pulsional, que ya en sí y por sí debe estar compuesta de Eros y destrucción.

En general confluyen para posibilitar la acción varios motivos edificados de esa misma manera. Ya lo sabía uno de sus colegas, un profesor Lichtenberg, quien en tiempos de nuestros clásicos enseñaba física en Gotinga; pero acaso fue más importante como psicólogo que como físico. Inventó la Rosa de los Motivos al decir: “Los móviles por los que uno hace algo podrían ordenarse, pues, como los 32c rumbos de la Rosa de los Vientos, y sus nombres formarse de modo semejante; por ejemplo, Pan-panfama o fama famapan.
Entonces, cuando los hombres son exhortados a la guerra, puede que en ellos responda afirmativamente a ese llamado toda una serie de motivos, nobles y vulgares, unos de los que se habla en voz alta y otros que se callan. No tenemos ocasión de desnudarlos todos. Por cierto que entre ellos se cuenta el placer de agredir y destruir; innumerables crueldades de la historia y de ka vida cotidiana confirman su existencia y su intensidad.
El entrelazamiento de esas aspiraciones destructivas con otras, eróticas e ideales, facilita desde luego su satisfacción.
Muchas veces, cuando nos enteramos de los hechos crueles de la historia, tenemos la impresión de que los motivos ideales sólo sirvieron de pretexto a las apetencias destructivas; y otras veces, por ejemplo ante las crueldades de la Santa Inquisición, nos parece como si los motivos ideales se hubieran esforzado hacia delante, hacia la conciencia, aportándoles los destructivos un refuerzo inconciente. Ambas cosas son posibles.
Tengo reparos en abusar de su interés, que se dirige a la prevención de las guerras, no a nuestras teorías. Pero querría demorarme todavía un instante en nuestra pulsión de destrucción, en modo alguno apreciada en toda su significatividad.

Pues bien; con algún gasto de especulación hemos arribado a la concepción de que ella trabaja dentro de todo ser vivo y se afana en producir su descomposición, en reconducir la vida al estado de la materia inanimada. Mercería con toda seriedad el nombre de una pulsión de muerte, mientras que las pulsiones eróticas representan los afanes de la vida.
La pulsión de muerte deviene pulsión de destrucción cuando es dirigida hacia fuera, hacia los objetos, con ayuda de órganos particulares.
El ser vivo preserva su propia vida destruyendo la ajena, por así decir. Empero, una porción de la pulsión de muerte permanece activa en el interior del ser vivo, y hemos intentado deducir toda un serie de fenómenos normales y patológicos de esta interiorización de la pulsión destructiva. Y hasta hemos cometido la herejía de explicar la génesis de nuestra conciencia moral por esta vuelta de la agresión hacia adentro.
Como usted habrá de advertir, en modo alguno será inocuo que ese proceso se consume en escala demasiado grande; ello es directamente nocivo, en tanto que la vuelta de esas fuerzas pulsionales hacia la destrucción en el mundo exterior aligera al ser vivo y no puede menos que ejercer un efecto benéfico sobre él. Sirva esto como disculpa biológica de todas las aspiraciones odiosas y peligrosas contra las que combatimos.
Es preciso admitir que están más próximas a la naturaleza que a nuestra resistencia a ellas, para la cual debemos hallar todavía una explicación. Acaso tenga usted la impresión de que nuestras teorías constituyen una suerte de mitología, y en tal caso no siquiera una mitología alegre. Pero, ¿no desemboca toda ciencia natural en una mitología de esta índole? ¿Les va a ustedes de otro modo en la física hoy?
De lo anterior extraemos esta conclusión para nuestros fines inmediatos: no ofrece perspectiva ninguna pretender el desarraigo de las inclinaciones agresivas de los hombres. Dicen que en comarcas dichosas de la Tierra, donde la naturaleza brinda con prodigalidad al hombre todo cuanto le hace falta, existen estirpes cuya vida trascurre en la masendumbre y desconocen la compulsión y la agresión.

Difícil me resulta creerlo, me gustaría averiguar más acerca de esos dichosos. También los bolcheviques esperan hacer desaparecer la agresión entre los hombres asegurándoles la satisfacción de sus necesidades materiales y, en los demás, estableciendo la igualdad entre los principiantes de la comunidad. Yo lo considero una ilusión. Por ahora ponen el máximo cuidado en su armamento, y el odio a los extraños no es el menos intenso de los motivos con que promueven la cohesión de sus seguidores.
Es claro que, como usted mismo puntualiza, no se trata de eliminar por completo la inclinación de los hombres a agredir; puede intentarse desviarla lo bastante para que no deba encontrar su expresión en la guerra.
Desde nuestra doctrina mitológica de las pulsiones hallamos fácilmente una fórmula sobre las vías indirectas para combatir la guerra. Si la aquiescencia a la guerra es un desborde de la pulsión de destrucción, lo natural será apelar a su contraria, el Eros.

Todo cuanto establezca ligazones de sentimiento entre los hombres no podrá menos que ejercer un efecto contrario a la guerra. Tales ligazones pueden ser de dos clases. En primer lugar, vínculos como los que se tiene con un objeto de amor, aunque sin metas sexuales.
El psicoanálisis no tiene motivo para avergonzarse por hablar aquí de amor, pues la religión dice lo propio: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Ahora bien, es fácil demandarlo, pero difícil cumplirlo.
La otra clase de ligazón de sentimiento es la que se produce por identificación. Todo lo que establezca sustantivas relaciones de comunidad entre los hombres provocará esos sentimientos comunes, esas identificaciones. Sobre ellas descansa en buena parte el edificio de la sociedad humana.
Una queja de usted sobre el abuso de la autoridad me indica un segundo rumbo para la lucha indirecta contra la inclinación bélica. Es parte de la desigualdad innata y no eliminable entre los seres humanos que se separen en conductores y súbditos. Estos últimos constituyen la inmensa mayoría, necesitan de una autoridad que tome por ellos unas decisiones que las más de las veces acatarán incondicionalmente.

En este punto habría que intervenir; debería ponerse mayor cuidado que hasta ahora en la educación de un estamento superior de hombres de pensamiento autónomo, que no puedan ser amedrentados y luchen por la verdad, sobre quienes recaería la conducción de las masas heterónomas.
No hace falta demostrar que los abusos de los poderes del Estado y la prohibición de pensar decretada por la Iglesia no favorecen una generación así.
Lo ideal sería, desde luego, una comunidad de hombres que hubieran sometido su vida pulsional a la dictadura de la razón. Ninguna otra cosa sería capaz de producir una unión más perfecta y resistente entre los hombres, aun renunciando a las ligazones de sentimiento entre ellos. Pero con muchísima probabilidad es una esperanza utópica. Las otras vías de estorbo indirecto de la guerra son por cierto más transitables, pero no prometen un éxito rápido. No se piensa de buena gana en molinos de tan lenta molienda que uno podría morirse de hambre antes de recibir la harina.
Como usted ve, no se obtiene gran cosa pidiendo consejo sobre tareas prácticas urgentes al teórico alejado de la vida social.

Lo mejor es empeñarse en cada caso por enfrentar el peligro con medios que se tienen a mano. Sin embargo, me gustaría tratar todavía un problema que usted no planteó en su carta y que me interesa particularmente: ¿Por qué nos sublevamos tanto contra la guerra, usted y yo y tantos otros? ¿Por qué no la admitimos como una de las tantas penosas calamidades de la vida? Es que ella parece acorde a la naturaleza, bien fundada biológicamente y apenas evitable en la práctica. Que no le indigne a usted mi planteo.
A los fines de una indagación como esta, acaso sea lícito ponerse la máscara de una superioridad que uno no posee realmente.
La respuesta sería: porque todo hombre tiene derecho a su propia vida, porque la guerra aniquila promisorias vidas humanas, pone al individuo en situaciones indignas, lo compele a matar a otros, cosa que él no quiere, destruye preciosos valores materiales, productos del trabajo humano, y tantas cosas más.
También, que la guerra en su forma actual ya no da ninguna para cumplir el viejo ideal heroico, y que debido al perfeccionamiento de los medios de destrucción una guerra futura significaría el exterminio de uno de los contendientes o de ambos.
Todo eso es cierto y parece tan indiscutible que sólo cabe asombrarse de que las guerras no se hayan desestimado ya por un convenio universal entre los hombres. Sin embargo, se puede poner en entredicho algunos de estos puntos.
Es discutible que la comunidad no deba tener también un derecho sobre la vida del individuo; no es posible condenar todas las clases de guerra por igual; mientras existan reinos y naciones dispuestos a la aniquilación despiadada de otros, estos tienen que estar armados para la guerra. Pero pasemos con rapidez sobre todo eso, no es la discusión a que usted me ha invitado.
Apunto a algo diferente; creo que la principal razón por la cual nos sublevamos contra la guerra es que no podemos hacer otra cosa. S
omos pacifistas porque nos vemos precisados a serlo por razones orgánicas. Después nos resultará fácil justificar nuestra actitud mediante argumentos.
Esto no se comprende, claro está, sin explicación.

Opino lo siguiente: Desde épocas inmemorables se desenvuelve en la humanidad el proceso del desarrollo de la cultura. (Sé que otros prefieren llamarla civilización.) A este proceso debemos lo mejor que hemos llegado a ser y una buena parte de aquello a raíz de lo cual pensamos. Sus ocasiones y comienzos son oscuros, su desenlace incierto, algunos de sus caracteres muy visibles. Acaso lleve a la extinción de la especie humana, pues perjudica la función sexual en más de una manera, y ya hoy las razas incultas y los estratos rezagados de la población se multiplican con mayor intensidad que los de elevada cultura.
Quizás este proceso sea comparable con la domesticación de ciertas especies animales; es indudable que conlleva alteraciones corporales; pero el desarrollo de la cultura como un proceso orgánico de esa índole no ha pasado a ser todavía una representación familiar.
Las alteraciones psíquicas sobrevenidas con el proceso cultural son llamativas e indubitables. Consisten en un progresivo desplazamiento de las metas pulsionales y en una limitación de las mociones pulsionales. Sensaciones placenteras para nuestros ancestros se han vuelto para nosotros indiferentes o aun insoportables; el cambio de nuestros reclamos ideales éticos y estéticos reconoce fundamentos orgánicos.
Entre los caracteres psicológicos de la cultura, dos parecen los más importantes: el fortalecimiento del intelecto, que empieza a gobernar a la vida pulsional, y la interiorización de la inclinación a agredir, con todas sus consecuencias ventajosas y peligrosas. Ahora bien, la guerra contradice de la manera más flagrante las actitudes psíquicas que nos impone el proceso cultural, y por eso nos vemos precisados a sublevarnos contra ella, lisa y llanamente no la soportábamos más.
La nuestra no es una mera repulsa intelectual y afectiva: es en nosotros, los pacifistas, una intolerancia constitucional, una idiosincrasia extrema, por así decir. Y hasta parece que los desmedros estéticos de la guerra no cuentan mucho menos para nuestra repulsa que sus crueldades.
¿Cuánto tiempo tendremos que esperar hasta que los otros también se vuelvan pacifistas?

No es posible decirlo, pero acaso no sea una esperanza utópica que el influjo de esos dos factores, el de la actitud cultural y el de la justificada angustia ante los efectos de una guerra futura, haya de poner fin a las guerras en una época no lejana. Por qué caminos o rodeos, eso no podemos colegirlo.
Entretanto tenemos derecho a decirnos: todo lo que promueva el desarrollo de la cultura trabaja también contra la guerra.
Saludo a usted cordialmente, y le pido me disculpe si mi exposición lo ha desilusionado.

Sigmund Freud.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

CARTA DE EINSTEIN A FREUD -sobre la Guerra...


CARTA DE UN GRANDE A OTRO GRANDE.
SI ESTAN DE ACUERDO LUEGO LES ENVIO LA RESPUESTA DE S. FREUD.
(LA RESPUESTA DE FREUD ES BASTANTE LARGA, PERO SI LES INTERESA, LE DOY ENTRADA. )

Caputh, cerca de Potsdam, 30 de Julio de 1932.

Estimado profesor Freud:
La propuesta de la Liga de las Naciones y de su instituto Internacional de la Cooperación Intelectual en París para que se invite a alguien, elegido por mí mismo, a un franco intercambio de ideas sobre cualquier problema que yo desee escoger me brinda una muy grata oportunidad de debato con usted una cuestión que, tal como están las cosas, parece el más imperioso de todos los problemas que la civilización debe enfrentar. El problema es este: ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos de la guerra?

Es bien sabido que, con el avance de la ciencia moderna, este ha pasado a ser un asunto de vida o muerte para la civilización tal cual la conocemos; sin embargo, pese al empeño que se ha puesto, todo intento de darle solución ha terminado en un lamentable fracaso.
Creo, además, que aquellos que tienen por deber abordar profesional y prácticamente el problema no hacen sino percatarse cada vez más de su impotencia para ello, y albergan ahora un intenso anhelo d conocer las opiniones de quienes, absorbidos en el quehacer científico, pueden ver los problemas del mundo con la perspectiva que la distancia ofrece.

En lo que a mí atañe, el objetivo normal de mi pensamiento no me hace penetrar las oscuridades de la voluntad y el sentimiento humanos. Así pues, en la indagación que ahora se nos ha propuesto, poco puedo hacer más allá de tratar de aclarar la cuestión y, despejando las soluciones más obvias, permitir que usted ilumine el problema con la luz de su vasto saber acerca de la vida pulsional del hombre. Hay ciertos obstáculos psicológicos cuya presencia puede borrosamente vislumbrar un lego en las ciencias del alma, pero cuyas interrelaciones y vicisitudes es incapaz de imaginar; estoy seguro de que usted podrá sugerir métodos educativos; más o menos ajenos al ámbito de la política, para eliminar esos obstáculos.
Siendo inmune a las inclinaciones nacionalistas, veo personalmente una manera simple de tratar el aspecto superficial ( o sea administrativo) del problema: la creación, con el consenso internacional, de un cuerpo legislativo y judicial para dirimir cualquier conflicto que sugiere entre las naciones.

Cada nación debería avenirse a respetar las órdenes emanadas de este cuerpo legislativo, someter todo disputa a su decisión, aceptar sin reserva sus dictámenes y llevar a cabo cualquier medida que el tribunal estimare necesaria para la ejecución de sus decretos.
Pero aquí, de entrada, me enfrento con una dificultad; un tribunal es una institución humana que, en la medida en que el poder que posee resulta insuficiente para hacer cumplir sus veredictos, es tanto más propenso a que estos últimos sean desvirtuados por presión extrajudicial.
Este es un hecho que debemos tener en cuenta; el derecho y el poder van inevitablemente de la mano, y las decisiones jurídicas se aproximan más a la justicia ideal que demanda la comunidad (en cuyo nombre e interés se pronuncian los veredictos) en tanto y en cuanto esta tenga un poder efectivo para exigir respeto a su ideal jurídico.
Pero en la actualidad estamos lejos de poseer una organización supranacional competente para emitir veredictos a autoridad incontestable e imponer el acatamiento absoluto a la ejecución de estos.
Me veo llevado, de tal modo, a mi primer axioma: el logro de seguridad internacional implica la renuncia incondicional, en una cierta medida, de todas las naciones a su libertad de acción, vale decir, a su soberanía, y está claro fuera de toda duda que ningún otro camino puede conducir a esa seguridad.
El escaso éxito que tuvieron,, pese a su evidente honestidad, todos, los esfuerzos realizados en la última década para alcanzar esta meta no deja lugar a dudas de que hay en juego fuertes factores psicológicos, que paralizan tales esfuerzos.

No hay que andar mucho para descubrir algunos de esos factores.
El afán de poder que caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional.
Este hambre de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo guiado por aspiraciones puramente mercenarias, económicas.
Pienso especialmente en ese pequeño pero resulto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que, indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra, en la fabricación y venta de armamentos, nada más que una ocasión para favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal.
Ahora bien, reconocer este hecho obvio no es sino el primer paso hacia una apreciación del actual estado de cosas.

Otra cuestión se impone de inmediato: ¿cómo es posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la voluntad de la mayoría, para lo cual el estado de guerra representa pérdidas y sufrimientos?
( Al referirme a la mayoría, no excluyo a los soldados de todo rango que han elegido la guerra como profesión en la creencia de que con su servicio defienden los más altos intereses de la raza, que la minoría, la clase dominante hoy, tiene bajo su influencia las escuelas y la prensa, y por lo general también la Iglesia. Esto les permite organizar y gobernar las emociones de las masas, y convertirlas en su instrumento.
Sin embargo, ni aun esta respuesta proporciona una solución completa. De ella surge esta otra pregunta:

¿Cómo es posible que estos procedimientos logran despertar en los hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? Sólo hay una contestación posible: porque el hombre tiene dentro de sí un apetito de odio y destrucción.
En épocas normales esta pasión existe en estado latente, y únicamente emerge en circunstancias inusuales; pero es relativamente sencillo ponerla en juego y exaltarla hasta el poder de una psicosis colectiva.
Aquí radica, tal vez, el quid de todo el complejo de factores que estamos considerando, un enigma que el experto en el conocimiento de las pulsiones humanas puede resolver.
Y así llegamos a nuestro último interrogante: ¿ Es posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de las psicosis del odio y la destructividad?

En modo alguno pienso aquí solamente en las llamadas “masas iletradas”. La experiencia prueba que es más bien la llamada “intelectualidad” la más proclive a estas desastrosas sugestiones colectivas, ya que el intelectual no tiene contacto directo con la vida al desnudo, sino que se topa con esta su forma sintética más sencilla: sobre la página impresa.
Para terminar: hasta ahora sólo me he referido a las guerras entre naciones, a lo que se conoce como conflictos internacionales. Pero sé muy bien que la pulsión agresiva opera bajo otras formas y en otras circunstancias. (Pienso en las guerras civiles, por ejemplo, que antaño se debían al fervor religioso, pero en nuestros días a factores sociales; o, también en la persecución de las minorías raciales. No obstante, mi insistencia en la forma más típica, cruel y extravagante de conflicto entre los hombres ha sido deliberada, pues en este caso tenemos la mejor oportunidad de descubrir la manera y los medios de tornar imposibles todos los conflictos armados.
Sé que en sus escritos podemos hallar respuestas, explícitas o tácitas a todos los aspectos de este urgente y absorbente problema. Pero sería para todos nosotros un gran servicio que usted expusiese el problema de la paz mundial a la luz de sus descubrimientos más recientes, porque esa exposición podría muy bien marcar el camino para nuevos y fructíferos modos de acción.
Muy atentamente,
Albert Einstein.





martes, 16 de diciembre de 2008

CRISIS CULTURAL. LA CUESTIÓN ES ...


…La cuestión es que el hombre vea ante si, con evidencia decisiva, la arquitectura de su mundo. Porque vivir es tratar con un contorno, afanarse a él, esperar de él y temer de él.

Si ese contorno hacia el cual vive se desdibuja por completo, si carece de puntos cardinales en que orientarse, si llega el hombre en su última sinceridad a no saber lo que es posible y lo que es imposible, no puede vivir auténticamente.
Como no hay mas razón para que haga una cosa que para hacer la contraria se acostumbrará a vivir provisionalmente.
¿No es dramática esta situación? Porque cada cual tiene sólo una vida, y si resulta que de esa vida va a hacer una cosa provisional…

Hay crisis cultural sustantiva cuando el hombre se queda sin mundo en que vivir; es decir, en que realizar definitivamente su vida, que es para él lo único definitivo.
Mundo es la arquitectura del contorno, la unidad de lo que nos rodea, el programa último de lo que es posible e imposible en la vida, debido y prohibido.

…Una cultura –como las ha habido- de que el hombre no puede desentenderse porque está fundida con su existencia individual es lo que llamo una cultura con raíces, hincada en el hombre autóctona.

…Una vida sin “mundo”, es decir, sin un contorno definitivo, sin tierra firme en que acontecer, es una vida falsa, sin raíces ni autóctona.
Necesidad del buen radicalismo, del “cardinalismo”.

No somos el cuerpo que ha perdido su sombra, sino la sombra que ha perdido el cuerpo.
Todo ello terminará en que el hombre volverá a desear frenéticamente… un mundo.


Pensamiento extraído de José Ortega y Gasset

domingo, 14 de diciembre de 2008

SE REPITE...SE REPITE...


AQUELLO QUE NO SE APRENDE SE REPITE...
.....Y SI NO SE APRENDE, SE REPITE...
.....Y SI NO SE APRENDE, SE REPITE...

Los síntomas se repiten durante años, hasta que uno aprende de ellos.

.....Una vez que uno aprendió algo, ya nunca más se puede retroceder, ya nunca más se puede decir "esto no lo se".

¿Podría usted decir ahora "yo no se leer"? Totalmente imposible.

Imagine lo mismo con otras cosas como sumar, escribir, cocinar, manejar un auto, etc.
Cuando uno aprende se produce un "click", un giro en su vida que marca el punto de no retorno....

..... En este camino del eterno aprendizaje pueden existir múltiples variantes.

Puede haber rápidos ascensos y de golpe detenciones, comenzando un círculo de repetición hasta que se aprende algo que le cuesta más, o puede pasarse toda la vida dando vueltas sin aprender nunca.

Existe una enorme cantidad de variantes en esto de aprender los distintos aspectos de nuestro SER.

Siguiendo con esta óptica del aprendizaje, llegamos a otra conclusión:
la enseñanza está totalmente condicionada al aprendizaje, vale decir que si el aprendizaje no se dió, nunca existió la enseñanza.

Un maestro puede creer que enseñó durante veinte años, pero si nadie aprendió nada, en verdad no enseñó nunca.


Extraído del libro "Del Cuerpo al Espíritu" del Dr. Rogelio D'Ovidio.

sábado, 13 de diciembre de 2008

ES QUE HE DECIDIDO...

Hola !
¡Como te llamas?
Esperanza

Quien preguntó era un señor mayor , que la vió sentada en el umbral del porche de una casa en el barrio de Coghlan.
Observó en ella cierta soledad y pensamiento de tristeza, lo cual lo llevó a acercarse.
De que otra forma comenzar un diálogo!.
Ella pronunció su nombre con una vocecilla suave y dulce.
En la forma en que lo pronunció, sonaba como dicho por un ángel.

Así se la veía!
Pelo rubio dorado, bucles, ojos color miel, tez blanca, muy blanca!.
Su mirada era de gran profundidad, aunque su edad era corta.
Tenía algo que me atrajo fuertemente.
Pensando, luego supe que esa atracción se debía a su gran capacidad de amor, a su sensibilidad, a su vulnerabilidad.
Cuando miraba era transparente.

¿Qué haces aquí sola? Pregunté.
No tengo con quien hablar.
Mis padres trabajan y cuando están en casa se ocupan de mi hermano todo el tiempo y siento que quiero alejarme.

Cuando puedo me encierro en el baño a pensar o llorar y otras veces cuando me dejan salir, me siento a ver pasar gente.
No quiero estar dentro!

¿Puedo sentarme a tu lado y hacerte compañía?
Si quiero!

Que edad tienes?
10 años
¿Y usted?
72

¿Tiene nietos?
Si, 3. Pero los veo solo los domingos, único día de visitas.

¿No te gusta estar con tus padres y hermano?
Mi padre es una persona muy nerviosa, que esta siempre de mal humor y preocupada.
Todo lo que hacemos con mi hermano le cae mal. Siempre grita, se enoja y a mi hermano le pega mucho, a veces con el cinturón.
La otra vez casi le tira un sifón a la hora del almuerzo!.
Mi madre debe ponerse siempre en el medio, para defenderlo.
Aunque a veces mi hermano lo enfrenta y como no puede pegarle, pues tiene 15 años, cierra el puño y da una trompada a la puerta.

Yo me escapo porque tengo miedo que pueda hacer lo mismo conmigo.
Por eso me porto bien y obedezco.
Cuando se acuesta y necesita algo, con un silbido nos llama desde la cama y ahí tenemos que ir, mi madre o yo, a ver que quiere y luego llevarle lo que pide.
Ni por nuestros nombres nos llama! Solo con silbidos!

Recordando aquel encuentro no programado y teniendo siempre en mi cabeza aquellas situaciones de profundos conflictos, las cuales me acompañaron siempre y están grabadas no solo en mi memoria, sino en mis actos, es que he decidido, luego de la muerte de mi padre, buscar las respuestas a las oportunidades que se me presentan y empezar a vivenciar lo que quiero, lo que siento, lo que tengo y quien soy.

viernes, 12 de diciembre de 2008

¿HACIA DONDE?


TODAS LAS ESTRUCTURAS ESTÁN YA LEVANTADAS DENTRO DE TI.

PREGUNTA AL ARQUITECTO ESCONDIDO, ÉL TE DARÁ SUS FORMULAS.

ANTES DE IR A BUSCAR EL HACHA DE MAS FILO, LA PIQUETA MAS DURA, LA PALA MAS RESISTENTE, ENTRA EN TU INTERIOR Y PREGUNTA...

Y SABRÁS LO ESENCIAL DE TODOS LOS PROBLEMAS Y SE TE ENSEÑARÁ LA MEJOR DE TODAS LAS FORMULAS.

BUSCA DENTRO DE TI LA SOLUCION DE TODOS LOS PROBLEMAS HASTA DE AQUELLOS QUE CREAS MAS EXTERIORES Y MATERIALES.

DENTRO DE TI ESTÁ SIEMPRE EL SECRETO, DENTRO DE TI ESTÁN TODOS LOS SECRETOS.

DENTRO DE TI HAY TENDIDOS TODOS LOS PUENTES, ESTÁN CORTADAS DENTRO DE TI LAS MALEZAS Y LLANAS QUE CIERRAN LOS CAMINOS.

ANTES DE IR A BUSCAR EL HACHA DE MAS FILO, LA PIQUETA MAS DURA, LA PALA MAS RESISTENTE, ENTRA EN TU INTERIOR Y PREGUNTA...

SABRÁS LO ESENCIAL DE TODOS LOS PROBLEMAS Y SE TE ENSEÑARÁ LA MEJOR DE TODAS LAS FORMULAS Y SE TE DARÁ LA MAS SÓLIDA DE TODAS LAS HERRAMIENTAS.

Y ACERTARÁS CONSTANTEMENTE, PUESTO QUE DENTRO DE TI LLEVAS LA LUZ MISTERIOSA DE TODOS LOS SECRETOS.

AMADO NERVO

jueves, 11 de diciembre de 2008

SOMOS UNA TRIBU?



"Estamos en la era de los nómades y las tribus", dice Maffesoli
El sociólogo francés analiza la modernidad
PARIS.– Para muchos, el sociólogo francés Michel Maffesoli ha ido más lejos que Nietzsche y que Fukuyama. Para él, no es Dios el que ha muerto, ni la Historia: ha muerto nada menos que la era que dio origen a ambas ideas.
Este reconocido intelectual de 61 años, que pasó la mayor parte de su vida estudiando las corrientes subterráneas e invisibles de la sociedad, vaticina el advenimiento de un nuevo grupo, el de las tribus –término al que dio nuevo significado en 1988– y el hombre nómade.
La tribu como nueva categoría sociológica se extendió rápidamente en los medios académicos y se incorporó al lenguaje cotidiano como palabra de moda. Hijo de un minero italiano muerto de silicosis, a los 37 años Maffesoli heredó la cátedra de Emile Durkheim en la Universidad de La Sorbona. Fundador del Centro de Estudios de lo Actual y lo Cotidiano, reivindica su pertenencia a la corriente posmodernista de Lyotard, Benjamin y Adorno...
...El profesor Maffesoli recibió a LA NACION en su departamento del Barrio Latino de París.

–¿No cree que una sociedad que vive sólo del presente, indiferente al juicio del porvenir, prefigura las peores catástrofes?
En dos ocasiones, en los últimos cien años, Occidente gestó ideas similares que engendraron dos modelos totalitarios: el nazismo y el comunismo.
-No lo creo. Pero la función de un pensador no es la de hacer moralismo: es la de constatar. -

Desde hace años usted anuncia el fin de la era moderna. Esto incluye el fin de los valores judeocristianos, el fin de lo político y la emergencia de un concepto absolutamente original en sociología: el de tribu.¿Por qué es el fin de una época?
-Yo no digo exactamente "el fin". La palabra sobre la cual yo insisto es "saturación". En química, hay saturación cuando las moléculas que componen un cuerpo se separan. Sin embargo, al mismo tiempo, con esas moléculas se produce la composición de otro cuerpo. En nuestro caso, se trata de la saturación de los grandes valores que compusieron el modernismo -fe en el futuro, en el progreso, predominio de la razón-, de esos valores que marcaron los siglos XVII, XVIII, XIX, hasta los años 50 o 60 del XX.
Ese fue un gran ciclo, bien elaborado, que dio como resultado la sociedad moderna. El corazón geográfico de ese proceso fue Europa. Luego el modernismo "contaminó" al resto del mundo. Ahora hay saturación. Simplemente, porque en un momento determinado se produce una fatiga, un hartazgo, el desgaste de un modelo, de un paradigma. Y en el momento de esa fatiga observamos una recomposición.

-¿Cuáles son las características de esta etapa que usted califica de "posmodernismo"?
-En vez de la fe en el futuro y en el progreso, estamos frente a la acentuación del presente. Es interesante ver cómo las jóvenes generaciones ponen el acento en el presente, la importancia que tiene para ellos la idea ecológica, contra el mito del progreso. Esta sensibilidad ecológica es alternativa al mito del progreso.
En cuanto al gran predominio de la razón, idea en la cual se basaron todas las sociedades modernas, vemos el retorno del afecto, del sentimiento.
Yo me sorprendo al ver cómo todo es ocasión propicia para la manifestación de esa afectividad, de la emoción.
Como científico social, constato que todos aquellos elementos sobre los cuales se fundó la sociedad moderna están dejando lugar a otra cosa.

-También estaríamos frente al retorno de lo festivo, gran característica del posmodernismo. Usted parece considerar que las manifestaciones multitudinarias de los altermundialistas o de los gays son sólo un pretexto para reunirse y estar juntos.
-Algo así.

-¿No hay contenido político en todo eso?
-En vez de contenido hay continente. Yo juego con las palabras. Digo: lo político es contenido; lo que es importante en nuestra época es estar juntos por el simple hecho de estar juntos.

¿Por qué?
-El porqué no lo conozco. Yo me intereso solamente en el cómo, en el "de qué manera". La única respuesta que puedo dar al respecto es la saturación.

-En todo caso, usted no es el único que cree en este funcionamiento, basado en la usura de los modelos sociales.
-Así es. Grandes historiadores y pensadores, en muchas disciplinas, lo hicieron antes que yo: el filósofo francés Michel Foucault y el físico estadounidense Thomas Kuhn, por ejemplo.
El primero habla de "episteme" para explicar que, durante siglos, el hombre ha tenido una forma de representarse el mundo y una forma de organizarlo en función de esa representación. Foucault dice que el "episteme" grecorromano fue la mitología.
En función de la mitología se produjo la organización de las sociedades grecolatinas. Después hubo saturación de la mitología.
En la Edad Media apareció la teología, que fue la representación que la sociedad medieval hacía de sí misma y, al mismo tiempo, la organización de esa sociedad: las abadías, los monasterios, las diócesis, las corporaciones.
Después de la saturación de ese modelo se produjo el "episteme" de la modernidad. Este fue un nuevo ciclo marcado por el progreso, el futuro, la razón.
Yo no hago más que continuar. Muestro que estamos frente a un nuevo ciclo, el del "episteme" posmoderno. Thomas Kuhn dice exactamente lo mismo refiriéndose a la evolución científica, pero utiliza el término "paradigma", que puede ser traducido como "modelo", pero que es más que un modelo.
Es una matriz: allí donde nacerá algo. Kuhn muestra que hay sucesivos paradigmas. Para mí es lo mismo: digo que hay que aceptar que las cosas no son eternas. Que todo pasa, que todo desaparece.

-Usted dice que la emergencia de la tribu anuncia la muerte del modernismo. Sin embargo, la tribu siempre existió.
-Sí y no. Es verdad que, como categoría antropológica, la tribu siempre existió. Pero en la historia de la humanidad ha tenido mayor o menor importancia. Cuando yo acuñé el concepto de tribu, lo hice para señalar una gran diferencia con el siglo XIX, culminación del modernismo: ése fue, justamente, el momento de la superación de la tribu. En esa época se crearon los conceptos de "contrato social", de "cuerpo social".
La palabra misma, "social", fue creada en el siglo XVIII. Lo social es algo profundamente racional. El contrato es el súmmum de esa racionalidad. Durante toda esa época, lo que prevaleció fueron las instituciones sociales: la escuela, la familia.
El objetivo de las instituciones era macroscópico, absolutamente racional, organizado.
En esa época existían, naturalmente, las tribus. Pero eran muy marginales, como vestigios del pasado.
Ahora asistimos a un retorno de esas tribus. Estamos frente a una organización de la sociedad en tribus. Lo que antes era marginal se ha vuelto central.

-¿El antiguo contrato social ha sido reemplazado por la idea de pertenencia a un grupo, a una tribu?
-Sí. Puede tratarse de tribus sexuales. Hay una multiplicidad de tribus sexuales que se muestran y se afirman: bisexuales, homosexuales, heterosexuales, etc. Pero también puede tratarse de tribus musicales (tecno, góticos, metal), artísticas, deportivas, culturales, religiosas. El desarrollo actual de las sectas es, desde ese punto de vista, muy significativo. Se trata, en realidad, de un proceso transversal.
Allí donde el hombre moderno había instalado un cuerpo social absolutamente homogéneo -la República, única e indivisible-, nos encontramos hoy con una especie de fragmentación, de patchwork, con una constelación de grupos.

-En ese proceso posmodernista, una de las principales víctimas parece ser la clase política. Para usted, ese sector vive completamente desconectado de la realidad y es incapaz de entenderla. ¿Esto explicaría el desapego de los jóvenes por la política, las elecciones y hasta por la democracia?
-Quiero aclarar que yo nunca anuncié el fin de la política. Lo que durante dos siglos llamamos "lo político" está adquiriendo una nueva imagen. Cuando fue acuñada, la palabra "política" quería decir "cómo vivir con los demás en la polis (ciudad), cómo convivir". Con el tiempo, esa definición se ha vuelto una especie de antifrase: "política" terminó designando exactamente lo contrario. Actualmente, lo político ya no designa a la administración de la polis, sino que designa algo tan abstracto que ha dejado de tener sentido para el hombre común. Por eso hay un descreimiento en la política, en los políticos.
Este proceso también se inscribe en el marco de la saturación. La práctica política cumplió sus objetivos y terminó por envejecer.

-¿Qué hacer, entonces? Porque la sociedad sigue necesitando convivir y ser administrada.
-Es necesario hallar otras formas de hacer política. Yo hablo de la necesidad de una "práctica doméstica" del hombre político. Doméstico quiere decir "de la casa". Hay que ocuparse de la casa. En ese contexto, la ecología adquiere todo su valor.
En griego, doméstico se dice oikos, que es "ecología". En la actualidad, el descreimiento en la política tradicional, lejana, es proporcional al interés que despierta lo que yo llamo localismo: ocuparse del barrio, de la calle en la que se vive, en la organización de la vida local.
De allí el vertiginoso desarrollo de las asociaciones locales, de proximidad, que serán un actor fundamental de este proceso.

-Son muchos, en la actualidad, los políticos que reivindican esa política de proximidad.
-En la mayoría de los casos se trata de intentos de recuperarse. No creo que la clase política actual esté en condiciones de acompañar este proceso.

-Esas organizaciones, como las tribus, defienden los intereses más diversos y contradictorios. ¿Cómo administrar una sociedad de ese modo?
-Ese es exactamente el gran problema de la transición entre el modernismo y el posmodernismo. Yo hablo de "cenestesia". La palabra fue utilizada por los médicos en el siglo XVII cuando hablaban de "cenestesia corporal". Esto denomina el proceso por el cual los diferentes órganos se ajustan unos en función de otros, y el fluido en función de lo sólido.
Después fue la psicología la que utilizó el concepto para referirse al niño que aprende a caminar: se cae, se golpea, se vuelve a caer... hasta que por fin adquiere la cenestesia (la percepción correcta de su entorno y de sí mismo) y comienza a caminar.
En el caso del cuerpo social, podríamos imaginar que habrá, después de numerosos aprendizajes, de errores y caídas, cenestesia del cuerpo social. Es decir que las diversas tribus sabrán ajustarse en función de las necesidades del resto, hasta alcanzar el equilibrio. Por el momento, creo que estamos en el período de aprendizaje.

-¿No ve usted una real posibilidad de caer en extremismos, en totalitarismos?
-Desde luego que la cuestión se plantea. Hay dos alternativas. Yo tengo un auténtico diferendo con uno de mis grandes amigos, Umberto Eco. Para él, esta situación nos pone a las puertas de la barbarie, del fanatismo, del advenimiento de nuevos totalitarismos. Para mí, "bárbaro" no es un término peyorativo: es aquel que fecundará una civilización agonizante. Allí donde Eco ve barbarie, yo veo cenestesia.

-¿Por qué razón?
-Le daré como ejemplo dos grandes momentos de la historia de la humanidad.
El primero, entre los siglos III y IV de nuestra era, tras la desaparición del Imperio Romano, cuando comenzó el cristianismo. En aquel momento, frente a un imperio agonizante, estaban los bárbaros y una infinidad de sectas cristianas. Todo eso terminó por ajustarse: lo que se llamó la decadencia romana dio origen a la civilización cristiana. Para ello, el hombre abandonó el imperio unificado y entró en una zona de turbulencias. Gracias a esas turbulencias se produjo el ajuste final. El lazo que unía a esas minúsculas sectas diseminadas en el territorio imperial se llamaba "la comunión de los santos", un sentido de pertenencia que todas compartían, a pesar de la distancia.

-¿Y cuál sería la "comunión de los santos" de las tribus actuales?
-Internet. Hoy vemos que un grupo de rock metal de Praga se pone en contacto con otro en Buenos Aires gracias a Internet.
Internet es, para mí, "la comunión de los santos" posmoderna. Creo que gracias a Internet el ajuste se producirá, evitando la anarquía.

-¿Cuál es el segundo ejemplo histórico?
-La Edad Media, que no fue el período de oscurantismo que muchos pretenden. El medievo fue el momento de las catedrales, la universidad, las corporaciones... Aún no existían las grandes instituciones que son los Estados-nación. Unicamente existía el Santo Imperio Romano, que sólo eran pequeñas baronías, enfrentadas unas con otras. Tribus, en el fondo. Y, sin embargo, había una auténtica unidad europea, sin el molde de los Estados-nación.
El ajuste entre todas esas pequeñas entidades produjo la organización posterior.

-Según su análisis, estaríamos nuevamente en una situación de primitivismo...
-Yo he escrito algo parecido. Sin utilizar la palabra primitivismo, digo que el posmodernismo es la sinergia entre lo arcaico y el desarrollo tecnológico.
En el fondo, lo que yo llamo arcaísmo es lo que usted llama primitivismo. Arke, en griego, quiere decir lo que es primero, fundamental.
No quiere decir viejo, pasado de moda. Y en efecto, estamos ante el retorno del arke: la tribu es arcaica, el nómade es arcaico.

-Nómade es otra de sus categorías para definir al hombre posmoderno, al miembro de la tribu.
-Sí, el nómade es el hombre que va de una tribu a otra, que no tiene una única identidad ideológica, sexual, profesional o de clase, que no se deja encerrar dentro de roles que antes eran definitivos, en instituciones como el matrimonio. El nómade puede pertenecer simultáneamente a numerosas tribus.

-Es fácil seguirlo cuando usted dice que, en Europa, el modelo de polis terminó causando el hastío de sus ciudadanos...
-Yo suelo usar un buen ejemplo: el mito de Dionisos, dios de la fiesta, en contraposición al mito de Prometeo, dios del progreso.
Los ciudadanos de la pujante polis moderna, progresista y trabajadora, muertos de aburrimiento, terminaron por abrir sus puertas y dejaron entrar a Dionisos.

-...pero ése no puede ser el caso de las sociedades latinoamericanas, mal organizadas, mal administradas y mal alimentadas.
-No conozco mucho la Argentina. Sólo estuve dos veces fugazmente, y quisiera ser prudente. Sin embargo, siempre dije que así como Europa fue el laboratorio del modernismo, América latina es el laboratorio del posmodernismo. Lo veo a través de la importancia que tiene el cuerpo, la teatralidad en todos los actos de la vida, la importancia del presente, del "presenteísmo", del carpe diem, de la relativización de lo "prometeico", de la importancia de lo dionisíaco, del mestizaje de nacionalidades, culturas y etnias diferentes. Todo eso es definitivamente posmoderno.

-Pero en lo que concierne a nuestra región no se puede hablar de usura de un modelo, porque ese progreso raramente existió.
-Pero el ideal de la sociedad moderna, progresista, sí existió. Y creo que los recientes acontecimientos dramáticos que vivió la Argentina -crash financiero, hipercrisis política, manifestaciones populares, cacerolazos- son la manifestación paroxística del rechazo de un modelo que fue importado, implantado por la fuerza sobre la sociedad: el modelo político europeo, el del Estado-nación y sus ideales de progreso y de fe absoluta en el futuro.
Por Luisa Corradini Para LA NACION

miércoles, 10 de diciembre de 2008

SOMOS INDIVIDUOS ÚNICOS...


"Somos individuos únicos, porque así lo determina la genética"
Lo afirma el biólogo Pierre Magistretti, que rescata el aporte del psicoanálisis
31 de octubre de 2007

“Si el descubrimiento del genoma fue algo así como el hallazgo de nuestro alfabeto interior, ahora viene lo mejor: descubrir la manera en que cada ser humano escribe con esas mismas letras su propia novela, ya que estamos genéticamente determinados para ser únicos.


" El hombre que enuncia con tanta claridad cuál será el desafío de la ciencia en los próximos años se llama Pierre Magistretti. Experto en neurobiología, con significativas contribuciones al estudio del metabolismo de la energía cerebral, este científico suizo que obtuvo en 2002 la medalla Emil Kraepelin del instituto alemán Max Planck pasó hace algunas semanas por Buenos Aires y ofreció una conferencia en la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Codirector del Brain Mind Institute y director del Center for Psychiatric Neuroscience en la Universidad de Lausana, Suiza, Magistretti no vino solo.


Lo acompañó otro investigador cuyo campo de acción podría resultar, a simple vista, incompatible con el suyo: el psicoanalista François Ansermet.

Ambos son autores de "A cada cual su cerebro" (Katz Editores), un ensayo que deja de lado el prejuicio de la incompatibilidad y propone, en cambio, un encuentro posible: el de la neurobiología y el psicoanálisis.


Su propuesta parte de una idea muy clara: así como para el psicoanálisis el sujeto ha sido, históricamente, un ser único "como excepción a lo universal", también ahora debería ser único para las neurociencias.


¿Por qué? "Porque, a diferencia de lo que se creía antiguamente, los últimos hallazgos indican que el cerebro es un órgano dinámico que ya no puede ser considerado como una organización definida y fija de redes de neuronas".


Por lo tanto, funciona en cada persona de un modo singular. Ahora, el sujeto del psicoanálisis y el de las neurociencias es el mismo, afirman los autores del libro.

Y lo es en tanto que existe un concepto que une ambas miradas: el de la plasticidad neuronal. -


¿Podría explicar en qué consiste esa plasticidad?

-En cada uno de nosotros, la experiencia deja una huella. Y existe un puente claro entre la huella psíquica y la huella sináptica, es decir, la que se produce en la instancia de intercambio de información entre las células cerebrales.

En otras palabras: antes pensábamos que el cerebro era un órgano genéticamente determinado, con ciertos mecanismos fijos de tratamiento de la información.

Ahora sabemos que, gracias a la plasticidad, nuestra red neuronal es modulable por los acontecimientos y por la experiencia y que esa experiencia modifica en forma permanente las conexiones entre las neuronas.

Los mecanismos de plasticidad operan durante toda la vida.

El acontecimiento y la experiencia siempre pueden modificar un estado anterior.


-¿Esa concepción otorga espacio a lo singular, como lo hace el psicoanálisis, pero desde el punto de vista biológico? -

Sí. Podemos decir que el individuo está genéticamente determinado para no estar genéticamente determinado. O que estamos genéticamente determinados para ser únicos, en tanto que, como lo expresan científicos de la talla de V. G. Cheung y R. S. Spielman, dentro de la realización del programa genético de cada persona hay un lugar reservado a la experiencia y, por lo tanto, a la contingencia y a lo imprevisible.


-Desde mediados del siglo XX se habla mucho de la predisposición genética, que luego es moldeada por el entorno, el medio ambiente, la cultura. Se dice que un individuo puede tener una predisposición genética que lo lleva a sufrir una depresión y que esa enfermedad podrá desarrollarse, o no, según la participación de otros factores.


¿En qué se diferencia esta visión de la que usted plantea?

-Desde cierto enfoque de la genética, la aparición de una enfermedad dependerá de la interacción entre el genotipo y el medio ambiente.

Es un modelo de interacción: la expresión genotípica está modulada por el afuera.

En cambio, para nosotros el concepto de interacción debería ser reemplazado por el de plasticidad, que integra genoma y ambiente en un mismo nivel lógico: genotipo y ambiente se combinan por medio de esa plasticidad para producir un genotipo único e irrepetible.


La diferencia es que la determinación genética no es mayor que la ambiental o la psíquica; todas se articulan en forma permanente y durante toda la vida.


-Si a fines del siglo XX la "estrella" de la ciencia fue la biología del gen, ¿ahora vamos hacia una biología de la mente, según lo propone, entre otros, el premio Nobel de Medicina Eric Kandel?

-Así es. La biología mental está sólo parcialmente determinada por la biología del gen.

Y algo más: si ahora estamos viendo cómo escribimos nuestras propias novelas con las letras contenidas en nuestro mapa genético, también deberíamos cambiar el concepto de desarrollo (algo ya programado genéticamente) por el concepto de devenir: un proceso no determinado, que deja lugar a la contingencia.


-¿Se puede hablar de una biología del inconsciente?

-Lo que nosotros decimos es que se le puede atribuir un estatus biológico al inconsciente. Pensemos en situaciones en las que aparece una fantasía en un paciente que está en tratamiento psicoanalítico.

En esas situaciones, la plasticidad le permitirá a ese sujeto liberarse de un escenario fantasmático fijo y utilizar esa fantasía, en lugar de ser esclavo de ella.


-Pero actualmente están en boga otro tipo de tratamientos "psi", como las terapias cognitivo-conductuales...


-Mire, le voy a dar otro ejemplo: si una persona les tiene miedo a los perros y le cuenta a su terapeuta que de chica fue mordida por un perro, una terapia cognitivo-conductual probablemente la ayude a tratar su miedo o su fobia.

Pero si, en cambio, ese miedo está asociado con un problema más profundo, que quizá resida en la relación de esa persona con alguno de sus progenitores, eso es imposible de curar con una terapia que trabaje sobre lo consciente.

El individuo en cuestión necesita resignificar eso que le pasa, y lo importante es marcar las diferencias: en el primer caso, existe un reporte directo entre experiencia y huella; en el segundo caso, hay una discontinuidad debida a que existieron reasociaciones o nuevos significados que separaron la experiencia de la huella.

Todos esos procesos nos llevan de nuevo a destacar la riqueza de la plasticidad.


-En la Argentina se suele decir que no tenemos memoria como sociedad, sobre todo a la hora de votar.

¿Estos descubrimientos también podrían aplicarse a cuestiones que van más allá del individuo, como por ejemplo el tema de la memoria colectiva?

-No creo mucho en el concepto de memoria colectiva. Creo que existen individualidades y relaciones interpersonales.

La cultura determina individualidades. Después, hay memorias individuales que pueden interactuar, pero no imagino que podamos llegar a hablar de una memoria colectiva neurobiológica. Eso mejor se lo dejamos a la sociología o a otras disciplinas.


-¿Qué diría Sigmund Freud de las teorías que usted sostiene?

-No creo que se sorprendiera.

En su Proyecto de una psicología científica , de 1895, él ya entendía el rol de la plasticidad en el aprendizaje y en la memoria. Antes de Freud, Santiago Ramón y Cajal ya había hablado de la "gran movilidad inicial de las expansiones de la neurona".

En los años 40, Donald Hebb también retomó el término. Freud fue original, porque dijo que no existía una sola inscripción de la experiencia. Por eso yo creo que hoy el psicoanálisis es un campo válido, importante e interesante.

En este momento existen muchas presiones desde la psicología cognitiva que lo consideran perimido. Y a mí me parece que no podemos encarar lo que nos pasa como si las personas no tuvieran inconsciente.

En este sentido, hasta hoy, no existe ninguna disciplina que haya encontrado una mejor manera de abordar los procesos inconscientes que el psicoanálisis.


-Eso suena raro en boca de un neurobiólogo...

-Bueno, eso es lo que pienso. Al igual que las neurociencias, el psicoanálisis tiene futuro.

Hoy, a la luz de los mecanismos biológicos encontrados, las neurociencias deberían tomar del psicoanálisis las herramientas que les permitieran concentrarse en los aspectos únicos del sujeto. Por su parte, los psicoanalistas deberían seguir a Lacan, que en 1965 se preguntó por la existencia de una ciencia que incluyera al psicoanálisis. Creo que ambos pueden nutrirse del concepto de plasticidad y trabajar, en los próximos años, en el devenir de cada sujeto... y de cada cerebro.


Por Valeria Shapira De la Redacción de LA NACION